La incorporación de Rüdiger fue la primera piedra de la construcción de un nuevo Madrid, que encara el verano con la plenitud de haberse llevado la Champions, la Liga y la Supercopa, pero que tiene la necesidad de renovar el proyecto deportivo a toda costa. Por el momento, la firma del refuerzo alemán y las salidas de Isco, Bale y Marcelo abren un panorama de cambios que se antoja prometedor. La confirmación de este fichaje pone fin a un invierno de especulaciones que colocaban al jugador en otras plantillas de Europa, como pudimos ver en los pronósticos que empezaron a manejarse en las casas de apuestas españolas, donde los primeros destinos apuntaban al Bayern de Múnich.
Con ciento noventa centímetros de estatura, veintinueve años de edad y una trayectoria en la que relucen medio centenar de internacionalidades con la selección alemana y una Liga de Campeones, Antonio Rüdiger dio el “sí, quiero” a un contrato de cuatro temporadas que le permitirá cobrar unos siete millones de euros anuales. Lo hizo, además, trayendo la experiencia de quien se ha curtido con creces en una competición tan rigurosa como la Premier.
Se trata de un futbolista que aterriza en Madrid estando en lo más alto de su carrera profesional y en un momento de su vida especialmente significativo. El defensa germano, además de cerrar un curso deportivo impecable, afirma estar muy feliz tras haberse conectado con sus orígenes al viajar en enero a Sierra Leona, algo que venía persiguiendo desde hacía tiempo. Aunque Rüdiger nació en Berlín en 1993, su madre salió huyendo de la guerra civil del país africano un par de años antes.
Fue el modesto distrito berlinés de Neukolln el escenario en el que nació y creció el joven Antonio. Sus inicios como jugador tuvieron lugar en el equipo del barrio, pero pronto -no contaba todavía con diez años de edad- se decidió a probar suerte en otros clubes más potentes de la ciudad, por los que estuvo peregrinando algunas temporadas hasta que, siendo un adolescente, el Borussia Dortmund se fijó en él. Si bien es cierto que su andadura no terminó de cuajar en el Signal Iduna Park, a los dieciocho años logró debutar en la primera plantilla del Stuttgart.
Tras una infancia problemática, salpicada de indisciplina, el fútbol para Rüdiger supuso un giro inesperado que le cambió la vida. Toda vez que llegó a ser profesional y encontró la estabilidad que le venía faltando pudo asegurarles el futuro a sus padres en Sierra Leona y recorrer Europa gracias a equipos como la Roma y el Chelsea, en los que ha podido demostrar ampliamente su valía futbolística.
Más allá de su compromiso incuestionable en los terrenos de juego, Rüdiger esconde asimismo un lado solidario que le llevó a principios de año a conocer en primera persona la desfavorecida tierra de sus padres, donde donó cien mil euros para proyectos educativos y sesenta mil mascarillas para mitigar el impacto de la pandemia. Pero la implicación social del jugador alemán con Sierra Leona no se limita a hechos puntuales; allí ha creado una fundación cuyo propósito es el de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes a través del deporte, la educación y las infraestructuras.
Con estos antecedentes, Antonio Rüdiger llegó este verano a la nueva plantilla del Real Madrid para sumarse a la zaga blanca y ponerse a las órdenes de Carlo Ancelotti. Aunque la competencia es alta y no será fácil hacerse con la titularidad, lo cierto es que las características y habilidades que acumula el alemán juegan claramente a su favor: contundencia, buena salida de balón, velocidad y carácter. Se trata de un cóctel muy completo que ayudará sin duda a renovar una línea defensiva que ha venido mostrándose algo dubitativa en algunas citas importantes del pasado curso.